El arte de la luz en el hogar
Con el avance del otoño, las horas de luz disminuyen y los días se vuelven más cortos y tristes. Desde tiempos remotos, el ser humano ha buscado remedios para solventar esta situación. Antorchas, velas, lámparas de aceite, iluminación por gas y electricidad... han sido algunas de las fórmulas empleadas a lo largo de la historia para iluminar estancias y exteriores. A día de hoy, la luz sigue siendo fundamental como valor emocional y decorativo de nuestros hogares. ¿Quieres saber cómo se iluminaban los palacios del siglo XVIII?
Tres siglos atrás, palacios y edificios señoriales se iluminaban principalmente con velas de cera de abeja y lámparas de aceite. Las primeras proporcionaban una luz cálida y relajante, mientras que las segundas ofrecían una iluminación más brillante y titilante, y también se ensuciaban más fácilmente.
Las velas, además de iluminar, formaban parte de la decoración de los palacios. Colocadas en candelabros ornamentados de metales preciosos, iluminaban las estancias principales, a menudo siguiendo los estilos barrocos de la época. Iluminación que se redireccionaba gracias a su reflejo en espejos, como se hacía desde la antigüedad.
A finales de siglo, velas y lámparas de aceite empezaron a ser sustituidas por la iluminación por gas que llegaba a los edificios más nobles a través de tuberías que desembocaban en apliques y lámparas, un sistema que solo los más adinerados de la época podían permitirse. Y que, en el XIX, sería reemplazado por la electricidad.
Un elemento esencial en los hogares
La luz sigue siendo parte esencial de nuestros hogares, tanto la artificial como la natural, producto de elementos arquitectónicos. No solo por su papel en el estado de ánimo de las personas sino también por su impacto en la percepción del espacio. Una estancia bien iluminada aporta un valor esencial para la decoración y el bienestar individual. La luz natural, por ejemplo, estimula la producción de serotonina ("la hormona de la felicidad") y ayuda a regular el ciclo de sueño, mientras que la iluminación artificial, según su tonalidad, puede crear ambientes de calidez y relajación, de concentración e, incluso, de alerta.
Dependiendo del tipo de estancia y su dimensión, la luz deberá ser más o menos cálida, adaptada a las necesidades del momento. Lámparas de techo y de mesa se combinan cada vez más con tiras led. Elemento que gana presencia en todo tipo de espacios: salones, cocinas, entradas y baños.
Para conseguir luz arquitectónica, lo recomendable es combinar luz natural y artificial, planificando estratégicamente dónde y cómo se colocan los puntos de iluminación. Esto incluye maximizar la luz natural con grandes ventanales y superficies reflectantes, e integrar la luz artificial (con lámparas empotradas, tiras de led o luces de acento) para crear capas de iluminación que resalten la arquitectura y los detalles decorativos y definan ambientes.
También se puede utilizar iluminación rasante para remarcar y destacar superficies con textura, como las paredes de piedra. Consiste en dirigir una luz de forma tangencial y muy angulada (casi paralela) hacia una superficie para acentuar sus irregularidades, texturas, relieves o imperfecciones. Al incidir la luz de cerca, crea sombras marcadas que resaltan los detalles, como pinceladas en una obra de arte, la textura de una piedra en una fachada o las imperfecciones en superficies lisas.